viernes, 25 de mayo de 2012

Toda historia tiene un principio (X)

Saludos queridos seguidores de Hyperborea Existe. Regreso con vosotros para traeros el último capítulo de  'Toda historia tiene un principio'. En mi última entrada lo dejé justo cuando recuperamos al Barracuda 1 con el Disco Draupnir.

He de confesaros que el viaje de vuelta fue una pesadilla, debido al mal tiempo. Tal como recuperamos el Disco Draupnir tuvimos que introducirlo en una solución acuosa para que se mantuviera en las mismas condiciones que en la cueva Niflheim. El barco daba bandazos cada vez que una de las olas impactaba en él. Hubo momentos de mucha tensión a bordo, ya que en más de una ocasión creímos que nuestro viaje podría terminar en tragedia.

Representación del Anillo Draupnir de la mitología nórdica.
Tras varios días por fin pudimos llegar a puerto de una pieza y, más importante, con nuestro particular tesoro arqueológico en buen estado. Lo que no podíamos imaginar es que nuestro regreso iba a ser más tormentoso que el viaje de vuelta en el Ice Dawn. Debido a nuestro trabajo de recuperación del Disco Draupnir nos habíamos retrasado dos días en el programa. Nuestros superiores en el NTNU habían montado en cólera, ya que habían asegurado nuestra presencia en otro proyecto y no habíamos podido acudir. Me encantaría poder deciros que cuando les explicamos nuestro hallazgo enmudecieron y nos centraron toda su atención y recursos. Pero no fue así. Olve, Geir y yo recibimos una amonestación formal, con la amenaza de ser expulsados de la institución ante cualquier futura infracción. Se había creado un fuerte recelo hacia nosotros por parte de nuestros superiores y colegas, es por ello que hicieron todo lo posible para dejarnos de lado por no haber seguido a rajatabla el protocolo. Y ya podéis imaginar cual era la forma más directa de atacarnos, ignorando e intentando ningunear nuestra investigación del Disco Draupnir y la Quilla de Odín.

Os estaréis preguntando que pasó con el Disco Draupnir. Desde el momento que fuimos amonestados nos cargaron con todo tipo de tareas burocráticas y de papeleo para no dejarnos tiempo de investigación. Aún así, logramos sacar tiempo para estudiarlo a costa de sacrificar las pocas horas de sueño que teníamos. Fue un proceso largo y muy tedioso. Pero aún contábamos con algunos amigos que accedieron a ayudarnos. Lo que ahora llamamos Disco Draupnir, en ese entonces era una superficie rocosa en muy mal estado. Hubo que realizar muchos procesos químicos y de restauración física para poder lograr limpiar todos los sedimentos adheridos y sacar a la luz el artefacto que escondía.

No puedo describir lo que sentimos el día que por fin logramos ver realmente como era nuestro gran tesoro, dos años después desde que lo recuperáramos del fondo marino en la cueva de Niflheim. Creo que fue lo mismo que experimentaron los primeros arqueólogos con las pirámides egipcias y sus jeroglíficos. Teníamos ante nosotros lo que en su día fue un bello y refinado disco de metal azulado ornamentado con una serie de símbolos, runas muy antiguas, que no podíamos reconocer. Pero lo más sorprendente, es que no era una pieza fija única. Tenía varios círculos en su interior que daban la sensación de poder moverse para formar nuevos símbolos. El nivel de ese trabajo era algo impensable, aún en nuestros tiempos. Había runas talladas a nivel microscópico. Cada círculo interior era aún más pequeño y refinado que su anterior. Restaurarlo iba a ser una labor titánica, por no decir imposible. Sin duda se trataba de uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia. No hace falta que os diga cuales fueron los resultados de las pruebas de Carbono-14, idénticos a los de los fragmentos de la Quilla de Odín. ¡Se salían de rango!

CGI (Imagen Generada por Ordenador) ampliada de los círculos interiores del Disco Draupnir. Esta fue una de las primeras capturas que hicimos del disco. Ya en esta fase inicial de la restauración se podían vislumbrar parte de los símbolos.
Diréis que lo normal habría sido compartir con toda la comunidad académica nuestro descubrimiento, solicitar fondos de investigación y revelar a todo el mundo lo que habíamos encontrado. Pero nuestra posición era muy precaria. Teníamos mucho miedo de un nuevo rechazo y de que nos secuestraran la investigación. Es por ello que decidimos tomar el camino más largo, el más paciente, pero también el que nos pudiera dar unos resultados definitivos e irrefutables una vez recorrido. Sabíamos que teníamos un artefacto único, pero desconocíamos todavía su procedencia, su finalidad, no comprendíamos sus símbolos ni como funcionaba. Tampoco teníamos datos de la Quilla de Odín ni del pecio al que pertenecía, ni quien había podido construirlo. Es por ello que decidimos ocultar todo nuestro trabajo, simular que seguíamos con nuestro trabajo rutinario e ir investigando en nuestros tiempos libres de forma no oficial. De esta forma esperábamos volver a recuperar la confianza de nuestros colegas y superiores. Por no hablar de tener la esperanza de discernir que se escondía tras el misterio de nuestros hallazgos.

Durante todos estos años, reservábamos tiempo en verano para realizar nuevas inmersiones por la zona. Así es como finalmente fuimos acercándonos a la zona de la isla de Jan Mayen. Habíamos realizado simulaciones de las corrientes marinas de hace 60.000 años. Todas las simulaciones nos llevaban a ese sector del océano atlántico. Pero no era suficiente. Necesitábamos encontrar más piezas del puzzle. No puedo recordar todas las horas que pasé estudiando los símbolos del Disco Draupnir. Todo me decía que era un sistema rúnico mucho más anterior a todo lo que hubiese visto hasta entonces. Un sistema compuesto, ya que al mover los diferentes discos interiores, se podían formar diferentes signos. Pero desconocía cual era la combinación buena, la real. La cosa es que tras varios meses probando diferentes combinaciones hubo una en la que pude ver un símbolo que me resultaba familiar. Se trataba de una especie de equis con dos rombos laterales.  Era demasiada coincidencia. Existía el registro de una runa compuesta idéntica que recibía el nombre de 'gar'. La runa gar significa 'lanza' y se la conoce por algunos expertos en escrituras rúnicas como la runa del dios Odín. He de confesaros que desde entonces, he estado obsesionado con ella y las posibles implicaciones de encontrarse en un artefacto así. Pero todavía es pronto para hacer ninguna elucubración al respecto.

Runa gar. Es una runa compuesta y significa lanza. Para muchos está considerada como el símbolo del dios nórdico Odín.
Este hallazgo me animó a no rendirme pero fue solo un oasis en un desierto de incertidumbres, puesto que seguía sin saber el sentido que tenía, ni cual era la finalidad del Disco Draupnir. No fue hasta hace tres años que por fin empecé a intuir su finalidad. Había estado trabajando hasta tarde en la madrugada y me tumbé en la cama, tenía la televisión encendida y echaban un documental sobre los primeros navegantes españoles y portugueses. Y entonces, se prendió en mí una chispa. Y si el disco fuera algo más que un alfabeto rúnico como había creído hasta ese momento. Y si además fuera una especie de carta de navegación, como un sistema que indicara la posición de las estrellas, pensé. A medida que pasaban los días esta idea cobraba cada vez más sentido y fuerza. Olve y Geir opinaron lo mismo. Es más, llegaron a aventurar sobre la posibilidad de que incluso mostrara coordenadas de posición, como si de un gps arcaico se tratara. Pero esa posibilidad ya sobrepasaba cualquiera de nuestras expectativas más fantasiosas.

Aún con todo, seguíamos sin comprender el significado de las runas compuestas, salvo la runa de Odín. Nos faltaba algo, una guía que nos permitiera entender este lenguaje rúnico. Para que me entendáis, un equivalente a la piedra Roseta para los jeroglíficos egipcios. Y eso, precisamente fue lo que encontramos este verano en el fondo de la costa de la isla de Jan Mayen. La pieza que nos faltaba para comprender y descifrar el Disco Draupnir. Gracias a ella estos meses hemos podido estudiar completamente sus símbolos y establecer unas coordenadas. La dirección del lugar donde creemos que pudo situarse la base del pecio de la Quilla de Odín. Construido por una civilización anterior a todas las conocidas. Poseedora de unos conocimientos y tecnologías impensables para esa época y que aún hoy no hemos conseguido entender...

Piedra Roseta. Contiene un decreto del año 196 a.C. por sacerdotes egipcios escrito en griego y jeroglíficos egipcios.
Queridos amigos, seguidores de Hyperborea Existe, en pocas semanas se sabrá la verdad. Hemos recopilado toda la información, todas las pruebas que respaldan nuestra investigación. Vamos a presentarnos ante la comisión de ciencia del parlamento de Noruega para dar a conocer nuestro trabajo y conseguir la financiación que necesitamos. Con ella podremos realizar una expedición hacia las coordenadas que hemos determinado, situadas en un punto del océano Atlántico, y descubrir ahí los restos arqueológicos que pueda haber de la que fuera conocida por Hyperborea.

Con esto termino esta serie de entradas en el blog. Espero que las siguientes puedan estar dedicadas a nuestra presentación y al éxito de la misma. Vamos a necesitar todo el apoyo posible. Por delante queda la gloria de realizar el mayor descubrimiento arqueológico de la historia de la humanidad. Estad atentos, pronto, muy pronto, espero poder desvelaros a todos los secretos de la civilización de Hyperborea.

2 comentarios:

  1. Espero con ansias el desenlace, Jorgen. Pero, sobre todo, les deseo una buena acogida del proyecto. Lykke til tre!

    A.R. Medina

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por su comentario. Son momentos de nervios, pero esta semana se decidirá todo.

    Tusen Takk!

    ResponderEliminar